La noche de Reyes es la noche más mágica del año. Recuerdo perfectamente cuando era pequeña y mis padres, después de volver de la cabalgata de Reyes, preparaban conmigo lo que les íbamos a dejar a los Reyes y a sus camellos.
Limpiábamos los zapatos y los poníamos ordenaditos en la entrada de casa para que supieran que habíamos sido buenos, junto a un plato con dulces y una botella con mistela para los Reyes y pan duro y agua para los camellos. Nos íbamos a dormir y al dia siguiente ya no estaban ni los dulces, ni la mistela, ni el pan duro ni el agua, pero a cambio habían unos cuantos regalos para todos que nos alegraban un poco el día y la vuelta al cole del día siguiente.
Este año hay muchos niños que no habrán tenido la suerte de tener regalos, pero os dejo un relato que os ayudará a explicarles que lo más importante no son los regalos, sino el cariño y los recuerdos que tendrán cuando sean mayores. Felíz día de Reyes a todos.
Por cierto, este año también hay vuelta al cole al día siguiente, mi permiso por maternidad se ha acabado y vuelvo a trabajar mañana, ya os contaré qué tal ha ido el primer dia de trabajo y de dejar a mis niños con fiebre en casa con la canguro 🙁
Aquí os dejo el relato del que os hablaba antes.
– Papá, ¿por qué solo tengo dos regalos?
– No entiendo.
Decía Alberto a sus padres, enfadado y gritando.
– No es justo que a mí sólo me hayan traído dos regalos los Reyes Magos y a casi todos los de mi clase un montón de ellos.
Javier y Rocío, que así se llamaban los padres de Alberto, se miraban de reojo y aunque le dolían las palabras de su hijo, no dejaban de sonreírle y de abrazarle.
– Alberto, (dijo su madre) ¿tú sabes qué regalo le dejaron los Reyes Magos a Jesús en Belén al año siguiente?
Aquella pregunta le hizo calmarse a Alberto, pero sólo por la sorpresa que le produjo, y sobre todo, porque nunca se había imaginado esa situación.
– Ni en casa, ni en el colegio, ni en la catequesis, ni en la tele le habían contado qué había sucedido los años siguientes. ¿Qué regalos le habían hecho a Jesús?
Alberto tuvo que reconocer que no sabía la respuesta, y eso que él casi siempre sabía todo, o al menos eso decían sus padres muy orgullosos.
El papá de Javier le empezó a explicar que los Reyes Magos no volvieron a visitar a Jesús, María y José nunca más, pues su misión fue la de ir a decirle lo muy felices que eran porque él, el Hijo de Dios, había venido al mundo para estar con los hombres. Habían ido a ADORARLO.
– Pero le llevaron regalos, ¿no? (preguntó Alberto).
– Claro hijo mío. Pero lo importante no era el regalo, sino la alegría que tenían y que lo adoraban pues mirándole a él, veían a Dios.
– Cuando un niño nace, no vienen los Reyes Magos a su cuna como sucedió con Jesús, pero sus papás, en nombre de los tres Reyes Magos, se quedan mirando a su niño y hacen como los Reyes Magos; se llenan de alegría, lo besan, lo adoran y le hacen regalos.
– Eso me gusta, (dijo Alberto), ¿y vosotros hicisteis lo mismo conmigo?
– Puedes estar bien seguro. Y no sólo el día que naciste, sino que todos los años lo hacemos en la fecha de los Reyes Magos, cuando duermes en tu cama. Te besamos, te abrazamos, te adoramos, te dejamos regalos, e incluso se nos caen algunas lágrimas.
Alberto acababa de escuchar algo que le parecía precioso pero que no sabía si lo había entendido bien.
– ¿Entonces, vosotros sois como los Reyes Magos que ADORARON a Jesús en Belén?
– Todos los padres del mundo, esa noche mágica de los Reyes Magos, dejan de ser papás durante unos minutos y hacen de Reyes Magos para decirles a su hijos que los quieren y ven el amor de Dios a través de sus ojos.
– ¿Y yo podría ser Rey Mago para vosotros y para otras personas esa noche también?
– Claro que sí. Sólo hacía falta que crecieras, y lo acabas de hacer. Los Reyes Magos no piensan en ellos, sino en la persona que aman y adoran.
– El problema es que un Rey Mago no puede ser egoísta porque su alegría es regalarse a los demás.
– ¡Yo quiero ser Rey Mago!. ¡Yo quiero ser Rey Mago!, (gritaba Alberto).
-Tú seguirás recibiendo tus regalos, porque los papás te quieren y te adoran, seguirás siendo como el niño Jesús, pero a la vez podrás ser Rey Mago para los que tú quieras.
Alberto estaba dichoso. Miraba sus regalos con otros ojos y abrazaba a sus padres dándoles las gracias por ellos y por lo mucho que le querían.
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