¿Por dónde empezar? pues creo que lo justo sería empezar en el momento en el que me enteré que iba a ser madre de mellizos.
Después de haber tenido un aborto por gestación anembrionaria (un óvulo fertilizado por un espermatozoide se implantó en la pared de mi útero pero el bebé no se desarrolló) y del disgusto que ello conllevó, a los tres meses me volví a quedar embarazada. No queríamos hacernos muchas ilusiones por si esta vez también pasaba algo, pero poco a poco fuimos ilusionándonos cuando fuimos a la consulta del ginecólogo y nos confirmó que esta vez si que había bebé y aparentemente iba todo bien.
La sorpresa llegó cuando una noche cuando estaba de mes y medio, empecé a sangrar, nos fuimos corriendo a urgencias y me hicieron una ecografía. Creo que la siguiente frase que me dijo la médico se me ha grabado en la memoria hasta el fin de los tiempos
– (médica) Un bebé está bien, y el otro…
– (astromami) ¡Perdón! creo que no he entendido bien ¿el otro? ¿qué otro? ¿el otro qué?
– (médica) El otro bebé
– (astromami) ¿Qué otro bebé?
– (astropapi blanco como la pared) Pues el otro bebé ¿no lo ves?
– (astromami sin palabras) No, no veo la pantalla
– (médica) ¿No os habian dicho que hay dos? Pues si, hay dos y son mellizos, enhorabuena.
Y como en tantas otras cosas, nos dió por reir y alegrarnos, porque consideramos que fue una bendición de Dios que después de lo que habia pasado en el anterior embarazo, ahora viniesen dos angelitos a nuestra vida.
Estuve una semana ingresada en el hospital y me dijeron que de ahí me iba a mi casa a guardar reposo absoluto ya que una de las dos bolsas de los bebés se estaba desprendiendo y podía perderlos si me movía, era un embarazo de riesgo, así que así lo hice tal y como me dijeron. Astropapi y yo lo teníamos claro, los bebés eran prioritarios frente a todo y todos.
Cuando llegué a casa, con mucha paciencia y gracias a la ayuda y el apoyo de la familia y los amigos, llegué a las 38 semanas de embarazo con estrellita y lucerito dentro de mí creciendo y dando pataditas.
Fueron meses muy duros ya que estuve hasta el cuarto mes vomitando incluso el agua que bebía (y no exagero), sin poderme mover , y desesperantes porque no sabíamos qué iba a ocurrir con los bebés. Cuando pude levantarme, comencé a desmayarme cada vez que andaba diez minutos y después de un tiempo me dijeron que tenía anemia, así que fuimos sumando algunas cosas y resolviendo otras, pero gracias a Dios, los bebés nacieron sanos y salvos y eso es lo que importa.
Mi embarazo como podéis ver no fue uno de esos fantásticos y maravillosos donde todo es perfecto y todo es felicidad, donde no hay náuseas, ni temores, ni dolores, etc. que haberlos los hay, como las meigas, pero doy gracias a Dios por mi embarazo, porque gracias a lo complicado que ha sido he aprendido que no hay nadie imprescindible, he aprendido a ser paciente, humilde, a darle importancia a las cosas que realmente son importantes y no a las tonterías a las que a veces le damos importancia, a querer como nunca había querido, a dar las gracias a todas las personas que me han acompañado en estos nueve meses, el significado de la palabra sacrificio y de la palabra salvación que hasta ese momento, tenían una connotación muy diferente en mi vida…
En resumen, tener un hijo te cambia la vida, la pone patas para arriba, te revoluciona, te sosiega, hace que cambien tus prioridades… es como si pasase un huracán por tu vida y, en mi caso, han pasado dos huracanes maravillosos que todos los días cambian mi manera de ver el mundo.
Y vosotras ¿cómo fue vuestro embarazo? ¿os ha cambiado la vida como a mí? Contadnos y compartiremos experiencias.
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