Estas Pascuas hemos aprovechado para desconectar un poco después de la gripe y coger fuerzas.
Hemos estado en la playa y en la montaña 🙂 a gusto de todos. Fuimos un día a Denia, a una playa preciosa que no recordaba así. Super papi creció en Denia, y todas las semanas iba a la playa de Les Rotes, así que cuando éramos novios me llevó allí, pero el recuerdo que yo tenía de esa playa era que me había hecho daño en los pies porque era playa de piedra y que olía muchísimo a algas marinas (olor que me desagrada en sobremanera), pero el otro día todo fue diferente.
Estuvimos en la misma playa pero la sensación fue distinta, de paz, de sosiego, de reconexión conmigo misma y con el nuevo baby… os dejo algunas fotos que no hacen justicia para que veáis a lo que me refiero.
Fuimos a explorar las cuevas porque los peques pensaban que había un oso allí dentro y querían descubrirlo como en el cuento «Vamos a cazar un oso», que debo decir que a mí personalmente no me gusta, pero hay miles de niños que sueñan con este cuento del que ya os hablaré otro día con tranquilidad.
Y al día siguiente fuimos a la montaña, a buscar huevos que había escondido el Conejo de Pascua. Es una nueva tradición que hemos incorporado este año, no es nada Montessori, pero sí Waldorf. Les contamos a lo largo de todas las Pascuas la historia de «Érase una Liebre de Pascua» Ed. Rudolf Steiner
ÉRASE UNA LIEBRE DE PASCUA
«Había una vez una familia de liebres de Pascua, el padre, la madre y los siete hijos. El padre y la madre liebre no sabían quién de sus hijos iba a ser ese año la liebre de Pascua. Entonces la madre liebre de Pascua cogió una cesta con siete huevos, y el padre liebre de Pascua llamó a sus siete hijos y dijo al mayor:
-Coge un huevo de la cesta y llévalo al jardín de la casa donde viven muchos niños.
El mayor cogió el huevo dorado y se fue con él a través del bosque, cruzó el riachuelo, atravesó la pradera y llegó al jardín de la casa de los niños. Entonces quiso saltar por encima de la verja, dio un salto demasiado grande y el huevo se cayó y se rompió. Ésta no era la verdadera liebre de Pascua.
Le llegó el turno al segundo. Éste cogió el huevo plateado, corrió con él a través del bosque, cruzó el riachuelo y llegó a la pradera. Entonces le llamó la urraca:
-Dame tu huevo, dame tu huevo y te regalaré una moneda.
Y sin que la liebre se diera cuenta, ya se había llevado la urraca el huevo a su nido. Ésta tampoco era la verdadera liebre de Pascua.
Le tocó el turno al tercero. Éste escogió el huevo de chocolate, corrió con él a través del bosque, cruzó el riachuelo, llegó a la pradera y justo entonces, llegó saltando de un pino alto una ardilla, puso grandes ojos y preguntó:
-¿Está rico?
-No lo sé, lo quiero llevar a los niños.
-¿Me dejas probar un poco?
La ardilla chupó un poco y, como le gustó tanto, siguió lamiendo, y la liebre lamió con ella hasta que todo el huevo había desaparecido. Cuando la tercera liebre llegó a casa, la madre liebre de Pascua le tiró de los pelos de su morrito que aún estaban llenos de chocolate y dijo:
-Tú tampoco eres la verdadera liebre de Pascua.
Ahora le llegó el turno al cuarto. El cuarto cogió el huevo con muchas manchitas. Con este huevo corrió a través del bosque. Cuando estaba cruzando el riachuelo se paró en medio y se vio en el riachuelo como en un espejo. Cuando se estaba mirando, ¡plaf!, se cayó el huevo al agua. Ésta tampoco era la liebre de Pascua.
Le llegó el turno al quinto. El quinto cogió el huevo amarillo. Con él corrió a través del bosque y antes de llegar al riachuelo se encontró con el zorro.
-Oye, vente conmigo a mi madriguera y enseña a mis hijos el huevo bonito.
Los zorritos empezaron a jugar con el huevo, se cayó encima de una piedra y se rompió. Rápidamente corrió la liebre a casa con las orejas gachas. Ella tampoco era la verdadera liebre de Pascua.
Le llegó el turno al sexto. El sexto escogió el huevo rojo y con él corrió a través del bosque. Entonces se encontró en el camino con otra liebre. Puso su huevo en el camino y empezó a pelearse con la otra. Por fin, la otra liebre huyó y cuando la sexta liebre buscó su huevo, lo encontró hecho migas. Ésta tampoco era la verdadera liebre de Pascua.
Le tocó ya el turno a la séptima, la liebre más joven y pequeña. Ella cogió el huevo azul. Con el huevo azul atravesó el bosque. En el camino se encontró con otra liebre. La dejó pasar y siguió adelante. Entonces vino el zorro. La liebre dio un rodeo y llegó al riachuelo. Con unos saltos ligeros cruzó por encima del tronco. Vino la ardilla pero la liebrecita siguió adelante y llegó a la pradera. Cuando la urraca gritó, simplemente le contestó:
-¡Tengo que seguir!, ¡tengo que seguir!
Por fin, llegó al jardín de la casa. La puerta estaba cerrada. Ella dio un salto, ni demasiado grande, ni demasiado pequeño, y puso el huevo en el nido que le habían construido los niños. Ésta era la verdadera liebre de Pascua.
Así que, quedamos con unos amigos y sus peques y nos fuimos todos a la montaña a buscar los huevos de Pascua, la cara de emoción de los niños al encontrar los huevos era taaaaaaaaaan especial… creo que es una tradición que vamos a continuar todos los años sólo por ver su carita de ilusión.
En Valencia es tradición salir el Lunes Santo a merendar la «mona de Pascua», saltar a la comba y volar el catxirulo (la cometa). Nuestros peques son muy pequeños todavía para saltar a la comba, pero ya se han comido la mona de Pascua y este fin de semana intentaremos ir a volar cometas.
Por cierto, tengo una suuuuuuuuper buena noticia, me han dado los resultados de la curva de glucemia y ¡no tengo diabetes gestacional! para mí es todo un respiro, la verdad, asi que estoy muy contenta y ya de 26 semanas.
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